Marcos Carnevale es un director de cine y televisión que nos ha regalado recientemente dos de los peores largometrajes del cine argentino contemporáneo. Más respeto que soy tu madre y Granizo, ambas del año 2022, se disputaron cabeza a cabeza el primer puesto para saber cual era más mala. En comparación con estos dos artefactos, Goyo (2024) resulta un poco menos horrorosa. En algunos aspectos es muy superior a las mencionadas, pero en otros sabe encontrar su propio rumbo hacia la mediocridad menos interesante. El título se refiere al protagonista de la película, Goyo (Nicolás Furtado) un joven con Asperger que trabaja como guía en un museo. Su mundo se ve trastocado cuando conoce a Eva (Nancy Duplaá) una nueva guardia de seguridad que comienza a trabajar en la misma institución. Enamorado al instante, Goyo recupera su amor por la pintura y trata de acercarse a ella para entablar una relación. Lo que él no sabe es que ella lidia con sus propios problemas, incluyendo a su marido, de quien se ha separado y posee un claro comportamiento violento.
Goyo es una persona fácil de querer, tiene un conocimiento absoluto sobre arte y talento para la pintura. Su hermana Saula (Soledad Villamil) es una concertista que lo sobreprotege y su hermano Matute (Pablo Rago) quién tiene un restaurante, es su cómplice y quien también la lleva a la cancha. El vínculo con su madre (Cecilia Roth) es distante y es una figura fuera de escena hasta el final. La trama explora la historia de amor entre Goyo y Eva y busca, al menos eso se adivina, hacer un retrato respetuoso que describa el mundo del protagonista derribando los prejuicios de los espectadores. Si cumple con la realidad o no, es una pregunta igual de irrelevante de hacer como lo sería con cualquier otro largometraje.
Carnevale sabe que tiene un tema que está en la agenda actual y no hay motivos para sospechar que su interés por tratarlo sea cínico o calculado. La película se acomoda desde el comienzo para mostrar su chapa autorizada y con sutileza jugar la carta del chantaje emocional. Quién diga algo en contra de la historia, los personajes o las situaciones, será pasado por el pelotón de fusilamiento destinado a los insensibles. Pero no se está juzgando a las personas con asperger así como tampoco a los que filman esas historias. El problema es cinematográfico. Para Carnevale, lo ha demostrado demasiadas veces, la poesía es un territorio inalcanzable. Cuando busca acceder a ella cae en el bochorno y arrastra consigo cualquier historia que esté filmando.
Goyo tiene todos los elementos malos del cine de Carnevale pero evita otros, lo que a esta altura se agradece. Una película sensiblera y previsible que apuesta a algo más sencillo y sin extremos, como ocurría con los bochornos previos del director. Para ser una película de Carnevale se podría decir que el espectador la saca barata. Se conforma con poco, no llega muy lejos, pero el que poco abarca, poco arruina. Las imágenes bajo la lluvia están todas mal.