Después de una larga y fructuosa carrera, el comisario Kostas Jaritos ha sido ascendido a jefe de las Fuerzas de Seguridad del Atica. Es hora de trabajar de uniforme. Casos no le faltan. Si bien Grecia ha dejado atrás ocho años de crisis económica, sigue siendo una nación profundamente dividida. Y pasional hasta el punto del derramamiento de sangre.

Una de esas grietas concierne a la inversión foránea. De un lado, están los que consideran que es una herramienta fundamental para crear empleos y mejorar los salarios; del otro, las personas que se preocupan por la eventual erosión de la soberanía nacional y sienten la náusea existencial por el filisteísmo de los hombres de negocios extranjeros.

En la segunda trinchera, se ubica un grupo de mujeres bien educadas que se autodenominan “Las Cariátides”. Aparecieron en público con marchas y soflamas para resistir una bien promocionada inversión estadounidense que promete recrear la polis ateniense, como atracción turística tipo Disneylandia, en algún punto de Eubea, y luego llevar al espacio la cultura clásica.

La batalla mediática y callejera contra los planes grandilocuentes de los yanquis sube de temperatura. Hasta que aparece el cadáver de una de Las Cariátides. Y luego otro. Y una tercera mujer es asesinada. El triple femicidio pondrá a prueba las nuevas atribuciones de Jaritos. Y de su sucesora en su anterior cargo, la comisaria Antigoni Ferleki; por primera vez una mujer es designada jefa del Departamento de Homicidios de Atenas.

Hasta hasta aquí la trama de la última entrega de “la saga Jaritos”, la maravillosa creatura de Petros Márkaris (1937), uno de los ases de la novela policial mediterránea (Andrea Camilleri y Manuel Vásquez Montalbán son otros dos).

Don Petros entregó La revuelta de las Cariátides a la imprenta en 2023. Puede que no sea su mejor libro, pero repetiremos aquí lo que ya hemos dicho en este diario: la extensa colección en su un conjunto es mejor que cada una de sus partes. No sólo por el misterio policial (son libros muy entretenidos) sino porque Márkaris ha construido un fascinante fresco de la sociedad griega contemporánea.

El lector deberá soportar paladas de corrección política (los malos son gente de derecha y machistas) y las ñoñerías familiares del protagonista. Si todas las familias infelices son interesantes ‐como decía Tolstoi- las muy dichosas, como la de Jaritos, son tremendamente aburridas.

Hay otro problema. ¿Puede ser considerada realista una novela negra que pinta a la institución policial como un bastión del pensamiento progresista? Pero no carguemos las tintas contra el literato griego. En realidad es una arbitrariedad de una enorme proporción de autores y guionistas de Occidente, desde Henning Mankell hasta los hacedores de la Ley & Orden Víctimas Especiales. Hay que leer a Raymond Chandler, Elmore Leonard o James Ellroy para ver cómo son realmente las cosas.

Dicho esto, aclaremos que es ésta una novela siempre amena. Ideal como plan de evasión. Uno no puede dejar de leer hasta que se atan todos los cabos.

Como buen intelectual de la Europa del continente, don Petros se pronuncia por la censura en las redes sociales, incluso con el cierre de cuentas por parte de un Estado vigilante. La libertad de expresión no puede ser excusa cuando se incita a la violencia, nos dice el brechtiano Márkaris.