El juego bonito es una película deportiva mediocre y aburrida que quiere llevar un mensaje inspirador que pocos espectadores llegarán a recibir puesto que está al final de la historia.

Quien pueda ver las dos horas sin gracia de esta película verá en el cierre como La Copa Mundial de Fútbol Calle​ (también conocida por su nombre en inglés Homeless World Cup o su sigla HWC) realmente existe y parece ser bastante interesante. Ya se han hecho documentales sobre este tema y tal vez sea bueno buscarlos para entender realmente algo. Jugadores sin techo de diferentes lugares del mundo, actualmente 70 forman parte, compiten una vez al año en torneos de fútbol cuatro y esa es la puerta a una segunda chance en sus vidas. La película se centra en un inventado equipo de Inglaterra cuyo protagonismo no impide que también sepamos algunas cosas sobre los equipos de Sudáfrica, Estados Unidos y Japón.

Vinny (Micheal Ward) es un joven que ama el fútbol con todo su corazón. La película arranca con él jugando a que relata un partido de chicos. En ese momento un entrenador y reclutador llamado Mal (Billy Nighy) se acerca a Vinny y le habla de un equipo formado por personas sin techo y el torneo mundial a realizarse en Roma, Italia.  Orgulloso y poco amable, Vinny lo rechaza diciendo que él no es un homeless pero al final termina aceptándolo y formando parte del equipo. La casi totalidad de la trama transcurre en el torneo y todo lo que pasa allí.

Aunque los primeros minutos prometen una de esas comedias dramáticas bien tribuneras que tan bien hacen en Gran Bretaña, no pasa mucho tiempo antes de descubrir que está todo mal en la historia y las actuaciones. La manera en la que se lanza al torneo sin muchas explicaciones habla de una casi segura poda de escenas para que la película no dure demasiado. Y una vez allí la trama principal y las subtramas, se pelean por saber cual es más anodina. Se nota el esqueleto y las ideas, pero la ejecución falla por completo. La falta de drama y belleza de los partidos de fútbol es notable.

Para arruinar del todo la desbalanceada estructura, el espectador descubrirá, luego de alguna duda, que hay un equipo de mujeres en el mundial masculino. Es Estados Unidos, claro, país coproductor de la película y más interesado en el fútbol femenino que masculino. ¿Qué clase de bobo es capaz de tener esa idea? ¿Si los torneos no son mixtos, porque la película dice que lo son? El deporte ha sido retratado de forma inverosímil desde sus inicios, pero esto igualmente hace ruido y resulta una completa tontería. Las películas deportivas deben ser emocionantes por encima de cualquier cosa. Qué sean realistas nunca fue muy necesario, pero para eso se debe tener sentido del humor y aquí no hay nada de eso. Algunos apuntes raros sobre política y fútbol vamos a ignorarlos para enojarnos con esta película que no merece ni un momento de furia. Este institucional de la Homeless World Cup y documental sobre Roma no es capaz de justificar su título, incluso lo pone en duda.