El polvo es un documental que se inscribe en la tendencia intimista que se aprecia en el cine argentino desde hace unos años.

A través de un registro casi casero, Nicolás Torchinsky cuenta la historia de su tía Juli, una mujer trans que falleció en 2016.

Con un claro compromiso emocional con el relato y las elecciones de dónde se posa la cámara, el director registra cómo su padre, su otra tía y los amigos de Juli desarman el departamento que alguna vez habitó: la presentan al público a través de sus pertenencias y sus espacios.

La película tiene la particularidad de no mostrar el rostro de ninguna de las personas que transitan el duelo de la muerte de Juli mientras bucean entre sus cosas, en un acto casi de intromisión -como lo plantea una de las intérpretes del documental-, pero también como una manera de conocer más sobre Juli y de pasar un tiempo simbólico junto a ella.

Algunos la nombran con pronombre femenino y otros con pronombre masculino; algunos hacen referencia a su infancia, otros a su adultez, pero todos mencionan su dedicación al arte, al espectáculo. De hecho, el único material de archivo que el director decide incluir corresponde a imágenes de Juli sobre el escenario haciendo teatro under y disruptivo.

Una forma de conocer a las personas es a través de lo que el otro dice de ellas: hurgar -con amor y tristeza- entre sus cosas también es una manera de acercarse a alguien y esta es la combinación que Torchinsky elige para contar la historia de su tía, al tiempo que la homenajea y rescata su figura para eternizarla. Resulta interesante cómo la percepción y la construcción del otro es la forma que tenemos de conocer a Juli, siendo este un recorte inevitable y fascinantemente subjetivo.