Wonka es una nueva aproximación al universo creado por el escritor Roald Dahl en 1964.

Su libro, Charlie y la fábrica de chocolate, fue llevado al cine en dos ocasiones, ambas con grandes resultados, siendo la primera versión, la de 1971, un verdadero clásico de culto más que un éxito instantáneo. Gene Wilder protagonizó este largometraje que aún hoy sigue siendo amado en todo el mundo y cuyo título fue Willy Wonka y la fábrica de chocolate. En el año 2005 el encargado de interpretar a Willy Wonka fue Johnny Depp, en una versión más andrógina con toques de Michael Jackson en una especie de fábrica que era su propio Neverland. Esta versión estaba dirigida por Tim Burton, quien estaba en ese momento dejando atrás a sus personajes solitarios, tal vez con una mirada más optimista del mundo. Esta nueva versión sí se llamó Charlie y la fábrica de chocolate. Ahora, bajo la dirección de Paul King y con Timothée Chalamet en el rol principal, el libro de Roald Dahl ha quedado muy lejos, porque se trata de una precuela del personaje, previo a la famosa fábrica que estaba en el centro de la historia. El título de la película, justamente por eso, se reduce a Wonka.

En esta nueva versión -que podría haber sido dirigida por Tim Burton incluso- el joven Wonka llega a la gran ciudad ya convertido en un experto chocolatero y mago, listo para instalar su tienda de chocolates en el mercado central del lugar. Pero lo que él no sabe es que los tres empresarios chocolateros del lugar, Slugworth, Prodnose y Fickelgruber (Paterson Joseph, Matt Lucas y Mathew Baynton), están asociados entre sí y no están dispuestos a aceptar que llegue un joven a complicarles el negocio. El jefe de policía (Keegan-Michael Key) y el líder de la iglesia local (Rowan Atkinson), son cómplices de ese monopolio de estos tres villanos, por lo cuál todo será más difícil para el joven. Peor aún, en su inocencia, la primera noche es embaucado por un dúo de malechores (Tom Davies y Olivia Colman) que tienen una lavandería y le hacen firmar un contrato con una siniestra letra chica para darle una habitación por una noche. Al otro día, Wonka descubre que forma parte de un grupo de personas que se ha convertido en esclavos de la dueña de la lavandería y su asistente.

Así que el conflicto es doble. Wonka debe liberarse del contrato e instalar su tienda. Sus enemigos son poderosos, pero sus aliados son fieles. Noodle (Calah Lane) es una niña que fue alejada de su madre y que realiza los quehaceres de la lavandería, convertida casi en una esclava de lugar, ella es la asistente de Wonka y otras cuatro personas atrapadas allí lo ayudarán a cumplir tu cometido. Todo esto, por supuesto, con canciones, porque Wonka es, además de todo lo dicho un musical, más parecido en ese aspecto a la película de 1971 que a la del 2005.

Cada época tiene su manera de ver el mundo y sus temas. Los famosos Oompa Loompa que asistían a Willy Wonka habían generado polémica por su condición de esclavos pigmeos del libro. El propio Dahl los cambió por unos hippies enanos y así se los vio en 1971. En el 2005 un solo actor los interpretó a todos y se armó la coreografía de forma posterior. En la película de Tim Burton ya existía la tierra de Oompalandia, para evitar malos entendidos. Acá hay un solo y lo interpreta Hugh Grant. Aunque es un rol fácil de interpretar para el actor, no hay que restarle mérito a lo gracioso que es. No es esclavo, no trabaja a destajo, sólo busca que le paguen la deuda que Wonka le debe por llevarse los granos de su tierra. Toda la película es ideológicamente muy clara aunque algo tramposa a la vez. Es una crítica a los empresarios que no permiten la libre competencia y a los millonarios en general. No en particular, porque Wonka tiene destino de convertirse rápidamente en uno. Crítica la corrupción policial y la complicidad eclesiástica. No me atrevería a decir que es una película anti capitalista, porque practica un discurso en favor del libre mercado. No hay esclavos y los protagonistas son, de hecho, esclavos de una trampa en gran parte del film. Cómo se convertirá Wonka en el millonario excéntrico encerrado en su fábrica gigante la película no lo responde.

El elenco es enorme y está lleno de figuras, casi todas ellas en buenas actuaciones que, una vez más, parecen salidas del universo de Tim Burton. El director Paul King, el mismo de la gran Paddington y la todavía mejor Paddington 2. Pero la comedia anárquica y veloz de esos dos grandes títulos no está. La película posee un ritmo menor y muchísima menos gracia. Para peor, y de forma imperdonable, Wonka está teñida por un sentimentalismo omnipresente que arruina casi toda la experiencia. El vínculo entre Wonka y su mamá (Sally Hawkins) es sensiblero y forzado, tanto como lo es la historia de Noodle. Ni el alocado Oompa Loompa ni los gags más delirantes logran aplacar ese exceso de sensiblería barata. Cada generación tiene su Wonka y a la actual le tocó esta. Todo el espíritu de Roald Dahl se reduce a cero y sólo queda el oficio del personaje central. Aunque las adaptaciones infieles muchas veces dan alegrías, en este caso sólo consiguen arruinar la diversión y los temas.