La película empieza con un spoiler. La voz en off de la protagonista dice: “Hay muchas historias de caballería donde el heroico caballero salva a la damisela en apuros. Esta no es una de ellas.

Es el momento de levantarse del cine e irse. ¡Con lo lindas que son las historias de caballería! Pero como no estamos en el cine, sino en nuestras casas, no es tan sacrificado seguir adelante. Bueno, un poco sacrificado es, porque vamos a perder cien minutos viendo Damsel.

No podemos disfrutar de una historia de caballería tradicional. El motivo es muy sencillo: los realizadores de esta película creen, como muchos hoy en día, que los espectadores varones se identifican con los personajes masculinos y las mujeres con los femeninos. Si una damisela está en desgracia, las mujeres deben saber que son ellas las que están representadas allí y que bajo ningún concepto pueden pensar, ficción mediante, como el caballero salvador. Lo mismo aplica a las razas, por lo cual la película tiene su surtidos de rostros multicolores para que cada uno pueda elegir su favorito, como los caramelos Sugus. Pero no sea tan exigentes, tal vez fue una mujer que, identificándose con caballeros, decidió que podía ser una mujer la protagonista no salvada, sino salvadora. No hay objeción, así como tampoco hay novedad. La generación actual, propensa a no conocer el pasado, cree que inventó el empoderamiento femenino y el cambio de roles tradicionales. Ya van a crecer, paciencia.

Luego de la escena inicial, donde unos caballeros se enfrentan a la furia desatada de un dragón en unas cuevas, la historia salta en el tiempo y nos encontramos con la protagonista, Elodie (Millie Bobby Brown). Ella vive con su pequeña hermana Floria (Brooke Carter) en una comunidad que está pasando por un mal momento. La desgracia se ve interrumpida por una luz de esperanza digna de un cuento de hadas (deconstruido, no se asusten, como de hecho lo están desde hace al menos cincuenta años, por cierto): Una reina desea (Robin Wright) que la joven se case con su hijo el príncipe (Nick Robinson). Aunque nuestra futura heroína no desea hacerlo, entiende que esa puede ser la salvación para su gente por el enorme beneficio económico del matrimonio. Su padre, Lord Bayford (Ray Winstone) tiene sus dudas pero al menos la hija conocerá un reino nuevo. La madrastra, que es buena y se le nota en el color de piel, Lady Bayford (Angela Bassett) pronto tendrá una creciente desconfianza hacia la nueva familia política.

No hay que ser muy perspicaz para entender que el matrimonio pactado y el dragón tienen una conexión. Lo que la reina necesitaba no era una nuera, sino una víctima para el dragón. Eloide será esa damisela en apuros serios. Pero ella misma nos avisó que no hay caballero salvador, así que debemos ver cómo logra sobrevivir, si acaso lo logra. Eloide es fanática de los laberintos, por lo cual, en caso de caer en un sistema de cuevas laberínticas, tendrá más chances de sobrevivir. Pero esta versión femenina de Teseo, enfrentándose a un Minotauro en versión dragón, tendrá también un hilo de Ariadna. Todas las mujeres anteriores que fueron entregadas previamente al dragón han dejado pistas de cómo es el camino para salir. Eloide no está sóla, mujeres solidarias se unen en una comunidad capaz de superar al mal. No necesitan hombres que las rescaten. Eso sí, les llevó muchos años y varias generaciones años armar su plan, por lo que uno debería preguntarse seriamente si no hubiera sido mejor un caballero macanudo que hiciera el tradicional patriarcal, feo y machirulo rescate de la damisela en desgracia. Los guionistas también se lo preguntaron, por lo cual Eloide primero será víctima rescatada por la memoria del colectivo de damiselas en desgracia y acto seguido se convertirá en heroína imbatible al estilo Sarah Connor o la Teniente Ripley. La historia se repite, primero como rescatado, luego como rescatista. Y este es un momento tan bueno como cualquier otro para contarles que el dragón es una dragona y el móvil de sus siglos de asesinatos están relacionados con que unos hombres mataron a sus bebés recién nacidos. La dragona no es la villana, la reina y su gente lo son.

Es completamente imposible ver a Millie Bobby Brown como la gran heroína física que nos quieren vender. Linda Hamilton o Sigourney Weaver lograban, por su talento actoral, que las viéramos capaces de vencer robots y alienígenas. Y en la época de Aliens no había corrección política para mostrar a la mamá alien como una víctima del sistema. La historia del Minotauro también es una variación de La bella y la bestia, dicen los expertos, pero Damsel, que tiene elementos del clásico de Disney, no sólo no logra interesar, sino que también llega un poco tarde a la revisión de este cuento de hadas. La agenda ideológica está tan burdamente esparcida por la trama que la sensación inicial es que están todos hartos y que fuerzan esos elementos al final del proyecto, así nadie los molesta. Las únicas víctimas son los espectadores, una vez más. Un nuevo título nada de Netflix, explotando al máximo a una actriz que desde la temporada inicial de Stranger Things no volvió a repetir el impacto actoral que provocó con su personaje de Eleven. Damsel comete el error de poner de villana a Robin Wright, y recordarnos que antes había películas como La princesa prometida (The Princess Bride, 1987) de Rob Reiner, que se disfrutaban sin culpa, porque estaban hechas justamente para eso.