El astronauta (Spaceman, Estados Unidos, 2024) es una película de ciencia ficción basada en la novela Spaceman of Bohemia de Jaroslav Kalfař, publicada en el año 2017.

El protagonista de la historia es el Jakub Procházka (interpretado por Adam Sandler) quien lleva seis meses en una misión comercial para investigar la nube Chopra, una misteriosa forma de polvo más allá de Júpiter. Lucha contra la soledad y la alienación que esta provoca, a la vez extraña a su esposa, Lenka (Carey Mulligan), quien recientemente dejó de hablar con él después de que la dejó a ella y a su hija por nacer para ir a la misión.

Lo que Jakub no sabe es que Lenka le envía un mensaje diciéndole que quiere dejarlo, pero el comisionado Tuma (Isabella Rossellini), a cargo de la misión en Tierra, decide que no le llegue dicha noticia. Pasan los días y sin noticias de Lenka, Jakub encuentra una criatura con la forma de una araña del tamaño de un ser humano. Está criatura, a la que Jakub apodará Hanus, tiene habilidades telepáticas y desea comprender más a los humanos, por lo que comienza a tener una charla telepática con Jakub. Esto permitirá una relación de confianza entre ambos que parece una amistad o un trato entre un psicólogo y su paciente. La voz de Hanus es del actor Paul Dano. Esta conversación entre ambos tiene mucho de monólogo interior del protagonista o es como la voz de su conciencia. ¿Existe realmente la criatura o es la imaginación del astronauta que ha construido ese personaje para sobrevivir?

El astronauta está dirigida por Johan Renck, ex cantante y músico de origen sueco, reconocido por su trabajo dirigiendo videoclips y episodios de series muy reconocidas, aunque su trabajo más importante es la extraordinaria miniserie Chernobyl (2020) que fue reconocida en todo el mundo como una obra maestra. El astronauta es su segundo largometraje como realizador y si se lo compara con la miniserie mencionada arriba, parece que fuera otro director. La única conexión posible entre ambas es su vínculo con la historia de Europa del este, pero nada más. Mientras que Chernobyl es pura información y pragmatismo, acá estamos frente a un largo poema filosófico acerca de la condición humana.

En primer lugar no hay que hacer un gran esfuerzo para entender que el paso de la literatura al cine conlleva problemas que pueden arruinar una gran idea tan sólo con ponerla en imágenes. Como si fuera una adaptación de La metamorfosis de Kakfa, la araña seguramente es muy sugestiva en el libro, pero en la película pasa de unos segundos de horror a muchos otros de ridiculez. Nunca nos convence del todo el verla en plano. Los efectos visuales de la criatura son correctos pero aun así es difícil creer lo que vemos. Cuando la historia sale de la nave los efectos visuales son del nivel peores películas de Marvel.

En literatura una araña gigante es mucho más sugestiva y misteriosa que en cine, donde el consejo inicial frente a semejante bicho es huir o matarla. La película la usa para expresar las angustias existenciales del protagonista y reflexionar sobre su pasado, su presente y su posible futuro. Es psicólogo, consejero matrimonial, confesor y amigo, todo en una sola criatura cuya existencia solo Jakub conoce. El último poema que tenía frente así Alejandra Pizarnik al morir era una versión apenas alterada de un escrito de Jorge Luis Borges. El papel escrito por ella decía: “En el centro puntual de la maraña, Dios, la araña”. Siempre me impactó esa frase, incluso más que la versión original de Borges, porque una breve alteración lo lleva en una dirección diferente. La película nos invita a teorizar sobre esto, la araña nunca parece literalmente una araña.

Es malo utilizar informaciones extra cinematográficas para evaluar los resultados que se ven en pantalla pero cuando confirman sospechas no es tan grave. La película, una vez completada, tardó en estrenarse porque las funciones con público dieron resultados ambiguos con tendencia a negativos, pero no unánimes, por lo que surgieron muchas dudas acerca de qué hacer. A una gran película, las pruebas previas no la afectan, a una cuyos realizadores tienen dudas, la destroza. Tres años tardó en ver la luz. Las diferencias con la novela dan cuenta de decisiones que pueden o no haber surgido en ese período. La fidelidad no tiene en sí misma un valor artístico.

El astronauta falla porque quiere servir a dos amos y no lo consigue. Busca ser una largometraje dramático de ciencia ficción protagonizado por Adam Sandler capaz de atraer a un público masivo, pero a la vez pretende ser un clásico ensayo filosófico al estilo de las películas de ciencia ficción de los sesenta y los setenta. Como producto comercial falla rotundamente, pero como película con pretensiones artísticas, también. No es imposible lograr las dos cosas, pero los pasos deben ser más firmes. No consigue pasar las barreras del ridículo para que el espectador, tal vez menos masivo, se sume con complicidad a lo que se ve. El final contiene lo peor de ambos mundos. Es explícito y misterioso a la vez, tiene muchas explicaciones pero busca no ser claro acerca del cierre. Lo es, no hay que preocuparse, sólo hay que prestar atención.

Adam Sandler está impecable, cómo ya lo estaba en Billy Madison, aunque muchos tardaran años en descubrirlo. Un elenco muy sólido y buenas escenas en el interior de la nave se llevan la marca un buen rato para esconder que en verdad no pasa nada realmente interesante. Ni compleja ni entretenida, tal vez en su origen tuvo la locura que aparece asomarse por momentos, pero esta se redujo a un punto donde no le sirve a ningún tipo de espectador lo que tiene delante.