Por María Oruña
Destino. 398 páginas

El género policial pervive con su fórmula de misterios e incertidumbre. Pareciera, a veces, como si ya no hubiera más lugar en la literatura para que un escritor desembarque con su valija llena de crímenes y su inspector decidido a descifrar la incógnita de quién ha sido el autor del delito y cuáles sus móviles.

Pero el rubro ha resultado generoso y siempre cabe alguna otra pluma más. En el olimpo donde brillan las históricas figuras de Sherlock Holmes, Father Brown, Jules Maigret, Hércules Poirot y Pepe Carvalho, entre otros sagaces detectives, busca hacerse de un sitio la teniente Valentina Redondo, de la Sección Investigación de la Guardia Civil española.

Poco a poco va dejando su huella en el terreno literario a fuerza de desanudar situaciones criminalísticas que surgen como de resolución imposible. Tiene, sin embargo, un dejo particular. Al menos en su última aparición, El camino del fuego, su presencia es sutil y los resultados no van a colgarse necesariamente como una medalla de su pecho.

En esta ocasión la escritora gallega María Oruña (Vigo, 1976) decidió montar un escenario distinto para su obra: las tierras altas de Escocia. Muda a su personaje estrella de las costas de Cantabria, adonde otrora ambientó la serie de novelas titulada “Los libros del Puerto Escondido”, y la sumerge en otros aires, por completo diferentes.

La teniente Valentina Redondo y su novio escocés Oliver han viajado de vacaciones a Aberdeen para descansar y sacudirse de encima alguna carga fatal que les deparó la vida. Su existencia, sin embargo, parece estar signada por el trabajo. En el transcurrir de días relajados se toparán con un asesinato y, está de más decirlo, ambos se abocarán a encontrar al autor del crimen.

Oruña construye un relato en clave femenina, pero no abusa del empoderamiento. Su detective oscila entre un primer plano protagónico y prolongados pasajes en los que les cede a otros personajes el centro de la escena. Tiene una presencia sosegada, como si obrara desde las sombras.

Desde ese perfil bajo teje la trama, pero su trabajo no siempre resulta decisivo al momento de echar luz sobre el misterio. La casualidad también obra su parte y, de alguna manera, Valentina Redondo sabe ensayar el sabio ejercicio de la resignación cuando las cosas no salen como es deseado.

En las colinas verdes de Escocia, entre castillos en ruinas y legendarios clanes familiares, se desarrolla un relato pleno de color local. La autora cambia el foco con maestría y abre las puertas a un desenlace que se gesta en un paralelismo temporal como un juego de espejos.

En el estilo literario de Oruña la verdad no se devela de manera violenta, no irrumpe en forma explosiva tras prolongados pasajes de tensión. Sólo decanta como el resultado de un proceso natural, como cae el fruto del árbol cuando está maduro.

Por: Gustavo Garcia / La Prensa