Este libro de colección reconstruye la teología del cantante a partir de manuscritos, retratos y artesanías.

Un libro puede enseñar, entretener, asustar, unir o conmover. Los buenos libros comparten la virtud de habilitar la experiencia inmersiva en un universo que no se quiere dejar de explorar. La existencia de Más extraño que la bondad representa en ese sentido una provocación: los mundos que arman la constelación de Nick Cave son tan intrigantes como perturbadores, tan infinitos como reconocibles. Ingresar en ellos implican residir en la abstracción.

Distribuido en librerías de todo el país, la edición en español del sello Sexto Piso propone recrear en papel la experiencia de las cuevas sonoras que Cave crea en cada uno de sus álbumes. Como un efecto performático, las tapas duras y el tamaño bíblico de la publicación envuelven al lector en el esfuerzo de sobrellevarla. La agria luminosidad de su voz guía las fotografías de los souvenires, postales y cuadernos que llenan cada página, retratando los talismanes que testimonian un cuadro de vida.

De forma cronológica, las imágenes y las letras de canciones se suceden entre textos inéditos, glosarios y ensayos que proponen vías para abordar el pensamiento del líder de The Bad Seeds. Su adolescencia en Melbourne, en la que ya se expresaba su carisma darkie, o los excesos de estimulación artística y farmacológica que orientaron sus décadas más explosivas quedaron registrados en dibujos, retratos y manuscritos. También en apuntes: muchos de ellos, por todos lados, en las paredes, el piso y la cama. Sobre los márgenes o hechos con máquinas de escribir, ensamblados con cinta adhesiva o tachados hasta lo ininteligible. Los pedazos de papel estropeados reflejan el pulso del envión narrativo, que consigue materializar los flashes dinámicos de su pensamiento artístico.

Por eso, Más extraño que la bondad no ofrece una experiencia de lectura, sino de contemplación. El valor de cada página se encuentra en la detección de los detalles, donde se ven las decisiones que toma Cave para montar una tapa y las mutaciones en el proceso de una canción. En ese reflejo de su obstinación por encontrar el tono justo, se halla la posibilidad microscópica de tocar el fuego crudo de la composición artística y los impulsos que concibieron lo que finalmente se escucha. O como describe el propio autor: “La superestructura alucinada y compulsiva que le da luz a la canción o al libro o al guion o a la partitura. Son un sistema de apoyo de información tangencial y maníaca”.

El desarrollo de una espiritualidad personal que trascienda a la muerte de Dios es una de las obsesiones que el artista alimentó durante décadas. Ese empoderamiento teológico lo llevó al contradictorio encuentro con la vastedad, donde incorporaba mandamientos de las figuras que conforman el panteón de músicos (Elvis, Cash) en simultáneo a los síntomas autoflagelantes de un rockstar del siglo XX. Pero además se encargó de construir la iconografía de su devoción pagana: distintos collages de vírgenes pintadas con sangre y estampitas renacentistas con mechones de pelo forman parte de la obra no publicada de Cave, pero aún habitan los libros artesanales que guarda de su juventud.

“Aceptar nuestra capacidad de hacer el mal, por muy difícil que resulte, puede, en última instancia, suponer nuestra redención”, escribe e invita a creer en que existen oportunidades para las resurrecciones, aunque eso conlleva a reconocer el tránsito sobre el pecado. Los objetos que recupera el libro explicitan las representaciones cristianas que lo sensibilizan: el amor de María y el castigo a Cristo. El cuidado de los heridos es, en definitiva, uno de los conceptos que aborda en su obra, en la que se aferra a una esperanza llena de dudas y paradojas. Y, por eso, profundamente humana.

Queda claro que Más extraño que la bondad simboliza un objeto de conservación. Uno al que volver para rastrear, entre cartas dedicadas a musas y bocetos de tapas quemadas por las cenizas, la pulsión que despierta habitar los propios pensamientos, aunque sean dolorosos. Las artesanías gráficas y los amuletos íntimos revelan parte del magnetismo de Nick Cave, pero esas fotos pueden contener aún más: el coraje que supone caminar sobre las propias ideas y respetar las lógicas de la creación, no de las audiencias ni de los propios prejuicios. Para poder construir mundos y quizás también trascendencia. Para convencerse de la vitalidad que ofrece la ilusión: en la vida o en el arte.

Más extraño que la bondadestá disponible en librerías.