Por Sandro Rojas Filártiga
Ediciones El húsar. 322 páginas 

El documentalista Sandro Rojas Filártiga ha consagrado buena parte de su vida profesional a contar historias olvidadas del reciente pasado argentino. Exploró la guerra de Malvinas (a la que pronto retornará), el combate de la escuelita de Manchalá (Tucumán) contra el ERP en mayo de 1975 y la heroica defensa del Regimiento 29 de Infantería de Monte atacado por Montoneros en octubre de ese mismo año. Al último de los episodios dedicó Los valientes de Formosa, documental producido en 2013 que aún no agotó su tarea esclarecedora del conflicto interno que desangró al país cinco decenios atrás.

A partir de aquella obra, Rojas Filártiga cambió de medio de expresión. Basándose en las exhaustivas entrevistas que realizó para Los valientes de Formosa, preparó Memorias de un combate, que es la versión escrita, depurada y a la vez ampliada de esos diálogos tan informativos como estremecedores.

Quienes dan su testimonio en el libro son, mayormente, una treintena de soldados conscriptos que aquel domingo de intenso calor de hace 46 años integraban la raleada dotación del regimiento formoseño. Rojas Filártiga antepone a cada relato una foto actual del veterano (casi todos son “clase 1954”) y una frase que resume su declaración. Luego transcribe sus palabras cargadas de espanto y violencia.

Puesto que en los relatos prima el estilo directo en primera persona, que se completa con esporádicas anotaciones aclaratorias a pie de página, conviene que el lector tenga alguna familiaridad previa con el hecho en cuestión. Como lo indica el título, Memorias de un combate recopila los recuerdos vívidos y hondamente individuales de una situación que sus páginas no reconstruyen siguiendo el orden de una narración histórica clásica.
El valor de su aporte está en la elocuencia, simple y brutal, de los protagonistas.

De sus evocaciones surgen varios elementos comunes. Uno es el desconcierto por lo absurdo del ataque, que se ensañó con empobrecidos soldados que cumplían con el servicio militar obligatorio (y a quienes la falta de dinero había obligado a muchos de ellos a quedarse de servicio en el cuartel durante ese fin de semana). Otro, lo despiadado del accionar de los agresores, que en más de un caso ejecutaron sin miramientos a oponentes desarmados, aislados o en evidente inferioridad de condiciones.

“Muchas noches pienso qué fue lo que realmente pasó -confiesa el soldado Guillermo Trinidad, tirador que integraba la Compañía A del regimiento-. No entiendo, no puedo llegar a comprender por qué los Montoneros entraron directo a matar. Nosotros éramos civiles cumpliendo con la ley, no conocíamos su ideología, ni lo que buscaban. Tampoco éramos militares de carrera. Al día de hoy me esfuerzo en buscar qué sentido tiene entrar a matar a soldados conscriptos. Le quisiera pedir a alguno de ellos que me explique por qué lo hicieron”.

Una atención especial recibe Luis Roberto Mayol, el conscripto traidor que facilitó la entrada de los subversivos en el cuartel. Son varios los entrevistados que recuerdan su comportamiento inexplicable en las horas previas al ataque, su insistencia en volver a la unidad cuando no estaba obligado a hacerlo, la vileza de su traición, que a la distancia resulta más dolorosa porque fue meditada y sostenida con fría deliberación a lo largo de meses de fingida camaradería. Los testimonios confirman además que el Ejército conocía su doblez y por eso lo mantenía vigilado, pero por alguna razón propia de las operaciones de inteligencia no impidió que actuara aquel domingo sangriento.

El libro también incluye conversaciones con familiares de los doce caídos en la acción (un oficial, un suboficial y diez soldados), varios croquis del cuartel para seguir los diferentes momentos del enfrentamiento y numerosas fotografías, actuales o de época, que ayudan a ubicar visualmente el escenario de la feroz operación guerrillera.

Junto con la necesidad de recordar, los valientes de Formosa, que siguen sin recibir el reconocimiento que merecerían, se permiten mirar al futuro sin odio. “Hoy es tiempo de paz y mi deseo es que podamos cerrar las heridas porque si no va a seguir la intolerancia entre militares y civiles -señala el soldado Fermín Cabrera-. Esta antinomia es fruto de algunos interesados que pretenden separar y dividir. Hoy siento que hay un gran revanchismo y hay gente que parece querer cobrarse viejas deudas. Sólo deseo que alguna vez la justicia con su largo brazo alcance la verdad, sin distorsiones, sin que los jueces se sientan presionados. Yo sólo deseo la pacificación nacional”.

Por: Jorge Martínez / La prensa